Amante de las matemáticas y de las estadísticas, decides hacer una pausa en tus vacaciones para visitar el Casino de Bariloche y dar el gran golpe junto a tus amigos, un juego en equipo para ejecutar la martingala que tu abuelo te contó miles de veces desde chiquito.
El trabajo estaba saliendo a la perfección hasta que uno de tus amigos se sintió descompuesto y tuviste que salir a cubrir su apuesta. No tenías el dinero, pero milagrosamente un prestamista atento, se acercó para ofrecerte el valor de la apuesta a cambio de tu vistoso Rolex Presidente, si, el mismísimo reloj de la suerte que estuvo en manos de tu familia por 9 décadas y que le “pediste prestado” a tu padre antes de viajar.
La bola se soltó en cámara lenta, cerraste los ojos y al abrirlos nuevamente, la viste rebotar caprichosamente hasta acomodarse en el maldito 0.
La frustración se transformó en furia, no sabes si por las copas de más que tomaste cuando venias ganando o por la desesperación de perder un emblema familiar, pero lo cierto es que estúpidamente le manoteaste el reloj al prestamista y saliste corriendo hasta chocar fuertemente contra el equipo de seguridad del Casino.
Protagonizando un forcejeo inútil, te fuiste desvaneciendo de a poco mientras veías como junto a tus amigos, la guardia recorria los pasillos del Hotel Casino arrastrando a todos.
Con una resaca profunda, despiertan encerrados en una habitación del hotel, en tan solo una hora la Policía llegará para tomarle la denuncia al prestamista y a las autoridades del Casino.